Simplemente
y sin pensarlo, perdí la noción de lo que sucedía dentro mío. Me
preocupé, pero no hice nada por intentar averiguar lo que le pasaba
a mi cuerpo cuando ese extraño escalofrío me recorrió, sin
detenerse, entumeciendo mi raquis desde el atlas hasta el coxis. Ahí estabas tú, sentada
escuchando, en tu primer día de trabajo en esta empresa, a un
mequetrefe hablando de cómo trabajar para salvar su pellejo [sic].
Llegué y recorrí la mirada atónita de los presentes, pero me topé
con una nueva y me detuve en el marco del ventanal tratando de
recordar si, por alguna razón en mi trayecto de un día a otro, me
había olvidado o, si en otro instante, ese punto de luz me había
observado tan detenidamente como en ese momento. Fue repentino,
quedé paralizado por algunos breves segundos y después seguí mi
camino a mi puesto de trabajo; desde ahí podía mirar de frente el
rostro de una nueva compañerita que, desde entonces, me atrapó.
El
resto fue complicado, yo conocí extrañamente a una muchacha de ojos
de color que todos los días escribía y mandaba fotos incompletas:
la mitad del rostro, solo sus ojos, su boca y parte del escote, un
solo ojo, su hombro izquierdo, nada... A veces nos veíamos haciendo
uso de la tecnología al alcance. ¿Qué tanto se puede sentir a una
persona cuando vive lejos y nunca se muestra transparente? ¿Existe?
Delimité
mi andar y mis textos, mis palabras y la imagen de mí debió
romperse lejos, allá donde aquel ser incompleto reside; justo allá
donde no escucho cómo me rompen hasta los añicos; nada más que palabras vacías y donde solo voy de
visita para encontrar diversión y a mi hermano. Fin de ese asunto.
Ella
caminaba de un lado a otro, se posaba frente a mí para levantar
algunas bebidas y transportarlas hasta a alguna mesa, después
caminaba más, cruzaba mi mirada con algún desinterés y yo, ocupado
en mis asuntos, intentaba disimular algún padecimiento que me
hiciera ver hacia un punto y después desviar la atención a otro
lugar nada relacionado con el sitio en donde su silueta se
desarrollaba en forma de vida y movimiento. Típica reacción de un
tonto que no puede, que se evita, que reprime la idea de querer y
dejarse querer. El miedo, el sudor, la duda, la incertidumbre como un tifón
que derriba todo, hasta mi fachada. Quedé descubierto y no lo noté,
nadie me dijo.
Se
colgó con sus brazos de mi cuello la musa que llegaba de no sé
dónde, me quita la respiración, me da sus suspiros envuelta con la
más bella sonrisa, me besa el rostro, nunca se echa a volar.
De
no sé dónde, me quita la respiración; envuelta en la más bella
sonrisa se colgó con sus brazos de mi cuello, me besa el rostro, me
da sus suspiros, la musa que llegaba nunca se echa a volar.
Envuelta
con la más bella sonrisa, la musa que llegaba se colgó con sus
brazos de mi cuello, nunca se echa a volar, me quita la respiración
de no sé dónde: me da sus suspiros, me besa el rostro.
Me
lleva cada vez más en su vuelo casi infinito.
Da
rienda suelta a mi locura cuando yo... pero intento la cordura cuando
ella... Desconozco lo que pase cuando ambos... Y me encuentro siempre
divagando entre su cuello y el cabello que desciende sobre sus
hombros.
Apenas
empieza la función y los protagonistas ya se besan, pero detrás del
telón los actores se siguen alistando, del otro lado ya empezó otra
historia sin guión, y en el escenario apenas se quitan el nervio
inicial.
Sabes
a mar... ¿Sabes amar? Yo sí, debe ser porque vengo de ahí, pero
ahora he llegado a tu orilla y creo que puedo anclar, atar las
cuerdas al muelle y pisar tierra, mantenerme así mientras miro esa
curva que se dibuja en tu cara, cuando apenas vas terminando de leer
esta primer nota que aún no se acaba, porque este no es un punto
final. Porque después de él sigo yo con letras y tres puntos que
continuarán con algo...
Sigo
sin entender por qué quería meter todo lo que siento aquí, si no para de crecer y aún tenemos
tiempo.
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