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lunes, 8 de abril de 2013

Callar por la espalda.

Terreno yermo, desierto con dunas pronunciadas, espejismo con realidades incluidas del color de la arena más clara. Suerte del viento que le cambia el horizonte de vez en vez; que le roza al pasar vigoroso desprendiendo la breve corteza.

Tiene una vereda que la divide en dos, una cascada de seda oscura río arriba; la mano desciende caminante, reposa en un oasis de espalda baja, justo donde se forma una cuna natural. Por suerte mi brújula perdió el norte, ahora debo seguir explorando, subiendo y bajando, bordeando lo más cerca de la línea horizontal, la arena en la cara, el calor natural.

Recorro una espalda pensando que escribo sobre ella, como hoja de papel que espera la tinta para convertirse en mensaje. Aunque no hay mensaje que diga más que la espalda desnuda de aquella mujer que se miraba al espejo mientras alguien contemplaba desde otro punto de la habitación. Quizá nunca se dé cuenta.

Reverdece, termina el desierto, las pequeñas gotas de sudor en nuestras frentes, la brisa salina, la piel bronceada, el mar en el pecho, oleaje perpetuo; venir, ir y venir con la espuma en la orilla, donde apenas toca tus pies.

¿Quién soy yo para imaginar climas en tu cuerpo? ¿Qué estación del año cruzará? ¿Cuánto falta para llegar?

¿Puedo quedarme a vivir?

Prometo quedarme callado mientras continúas observando tu cuerpo desnudo en el reflejo. Quiero escucharte hacerlo.


1 comentario:

  1. ¿Por qué me recortas la foto??

    (déjalo, es una pregunta retórica...)

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